sábado, 30 de abril de 2016

Donde hay una crisis existe una oportunidad

Revestirse de optimismo para decidir cuál será el siguiente paso


ISABEL SÁNCHEZ PÉREZ

De repente una cree conocer, como actriz, todo tipo de rutinas en el trabajo actoral, ejercicios de expresión corporal o vías para escenificar situaciones cómicas, dramáticas o una mezcla de las dos.



Una cree conocer todo esto, pero las ganas de aprender permanecen despiertas en una actriz curiosa, por ello asistí a un taller de teatro del oprimido, donde unos chicos de enérgica voz explicaban con pasión qué es todo esto del Teatro Foro y  su teórico Agusto Boal.



Vulneración de los derechos humanos, crisis "china", conflicto, circunstancias dadas, conceptos algunos muy interiorizados y otros no tanto,  aparecían en un ambiente siempre dispuesto al diálogo.

Era nuestro turno, nos pusimos manos a la obra, enraizamos nuestros pies para dejar salir la voz desde lo más profundo del estómago, utilizando toda la fuerza que emana desde el extremo del cuerpo hasta la boca. Como potente altavoz proyectamos hacia una dirección o todas a la vez los conflictos que allí se estaban tratando. Muchas voces se dejaban oír, opiniones, búsquedas. Descubrí las inquietudes de cada compañero, los mundos laborales tan diferentes a los que pertenecíamos, aportamos experiencias, ilusiones, al igual que preocupación por las circunstancias complejas que se jugaban en escena.

Ilusión, esos chicos nos impregnaron de la ilusión de quien disfruta de la transmisión de conocimientos y de vivencias. Entre risas disfrutamos de cada aportación, de repente un equívoco era un acierto. Todos, eufóricos por haber encontrado la siguiente propuesta magnífica, interpretamos lo que el compañero observó siendo espectador. Construyendo, sin juzgar, disfrutando de cada acto espontáneo que allí se estaba creando.

De todo aquello, todavía resuenan unas palabras que se instalarían en mi mente: "Donde hay una crisis existe una oportunidad". Porque, en momentos donde las fuerzas flojean, cuando siento un atisbo de desidia por lo que me rodea o incluso por mí misma decido que las circunstancias están ahí, pero solo uno mismo tiene la fuerza, la capacidad de cambiar o, por lo menos, de modificar el punto de vista y revestirse de optimismo para decidir cuál será el siguiente paso.